Drazen Petrovic fue considerado como el mejor jugador europeo de baloncesto de todos los tiempos. Cuenta la leyenda que en un partido, con la camiseta del Real Madrid, falló dos tiros decisivos contra el Valladolid. Su equipo perdió. Y él se enfadó. Ni con el aro o el tablero. Ni con los árbitros. Ni con el público. No. Se enfadó consigo mismo. ¿Qué hizo? De regreso a Madrid, en plena medianoche, pidió las llaves del pabellón y se puso a lanzar triples hasta pasadas las tres de la madrugada. Petrovic protestaba en la pista, alzaba los brazos y se quejaba a los árbitros. Pero lo que le hacía ser el mejor no eran solamente sus extraordinarias aptitudes para este deporte, sino asumir la responsabilidad de saberse enfadar consigo mismo y trabajar para mejorar. Durante su carrera, Petrovic resultó decisivo en innumerables victorias para los equipos en los que jugó.
Ante una prueba difícil, los budistas tienen una meditación, el Metta Bhavana, orientada a recuperar la buena disposición hacia todos los seres. Su práctica se divide en cinco estadios de similar duración: 1. Despertar sentimientos de amor hacia uno mismo. Tras sentarnos a meditar, debemos tratar de sentir amistad y buena voluntad con nosotros. 2.Pensar en un amigo, alguien por quien sentimos sincero afecto. Mantendremos la imagen de esa persona todo el tiempo en nuestra mente y trataremos de desarrollar fuertes sentimientos hacia él. 3.Practicaremos lo mismo con una persona neutral, es decir, alguien con quien mantenemos contacto, pero que no nos provoca ni simpatía ni antipatía. 4. Pensar en algún enemigo, alguien con quien nos resulte muy difícil o incluso imposible comunicarnos. Intentaremos desarrollar sentimientos de amor con él. 5. Reuniremos en nuestra mente a las cuatro personas de los estadios anteriores y trataremos de alimentar sentimientos de amor conjuntos...